12 Jun Y esto, también hazlo por ti
¿Qué beneficios te aporta no perdonarte a ti mismo?
Casi todos los días los medios nos bombardean con noticias de tragedias que, con frecuencia, no somos capaces de “digerir”. Desviamos la mirada, pasamos la página, hacemos clic en otro título. Sin embargo, algunas nos entristecen profundamente, nos interpelan y provocan un gran sentimiento de impotencia. Nos preguntamos: “¿Acaso no se habría podido evitar esa tragedia?”
Por supuesto, aquí no pretendo dar ninguna respuesta general ni conozco el antídoto contra todas las tragedias y todo lo que podemos sufrir en la vida. En el último post intentaba aclarar el tema del perdón, qué es y qué no es, y qué ganamos al perdonar. Ahora quiero continuar con este tema, porque la falta de perdón puede ser una gran carga y la causa de numerosas tragedias. Existe otro capítulo en esa historia; se trata del perdón a uno mismo. Parece algo totalmente evidente. ¿Estás seguro? ¿De verdad eres consciente de que el perdón a uno mismo es el primer paso para perdonar a los demás? ¿Reconoces alguna situación, algún comportamiento tuyo u otra acción que nunca te hayas perdonado?
Quizá hace tiempo que desvías la mirada y no quieres recordar, pero siempre oyes esa voz interior que te dice: “no deberías”, “deberías hacerlo así”, “¿cómo has podido?”
¿Conoces esa voz? ¿Recuerdas esas situaciones? Atrévete a mirarlas de frente. ¿Qué es lo que no quieres – o tal vez no puedes – perdonarte a ti mismo?
Situaciones que no queremos recordar, acumuladas durante años, nos destruyen por dentro. Un juez implacable nos recuerda a cada momento: “no deberías hacer…, decir…, etc.”, o “deberías…. Tu acusador interior te repite: “es culpa tuya”, “es por ti”, etc. Si eso dura, piensa la cantidad de cargas emocionales que pueden acumularse, hasta que un día llega a ser insoportable.
Pero ¿qué te hace creer que habrías podido actuar de manera diferente? Porque ahora lo sabes, pero en aquel momento no lo sabias, no te dabas cuenta, no estabas preparado. Y sucedió. Ahora lo sabes, pero entonces eras otra persona. Por tanto, preséntate ante tu yo de entonces y perdónate. La falta del perdón esta basada en la convicción de que podrías ser más perfecto, más maduro, más sabio. No queremos reconocer que en realidad no somos héroes, que nos sentimos pequeños, débiles, impotentes e inofensivos y, en ocasiones, tenemos poca influencia sobre la vida. No sabías, no comprendías, no te dabas cuenta. Acéptalo. No pudiste, hiciste algo, o no hiciste lo que debías. Es una realidad; sucedió. No busques justificaciones porque el perdón no es auto justificación ni tampoco una búsqueda de culpables. Ni un autocastigo. No, nada de eso. Sencillamente, contempla lo ocurrido y acéptalo. Asume también la responsabilidad por ello. Y PERDÓNATE. ¿Qué sucederá? Pues muchas cosas. Sobre todo, dejarás de huir de ti mismo, dejarás de estar avergonzado ante ti mismo, de hacerte reproches continuos y acusaciones perpetuas. Te mirarás al espejo y podrás sonreírte sinceramente. Te quitarás un lastre imposible que envenenaba tu vida y que era visible para los demás, aunque te empeñaras mucho en ocultarlo.
Cuanto más te adentras en el bucle mental y emocional, cuanto más caso haces a tantos “no deberías”, “por tu culpa” o “no vales para nada”, cuanto más sucumbes, tanto más caerás en los mismos errores y te costará más salir del círculo vicioso de tus pensamientos, emociones, sentimientos de culpa y autocastigos. Pero ha llegado el momento de decir “basta” y salir del bucle. El camino de la liberación pasa por perdonarse a uno mismo, por reconocer la propia responsabilidad y fijar un plan de acción de cara al futuro.
De modo que, si todavía sigues afirmando tu incapacidad de perdonarte a ti mismo, reflexiona sobre qué consigues con no perdonarte. Identifica ¿qué beneficios te aporta esta actitud? Tal vez prefieres sentirte víctima para no responsabilizarte de tu propia vida. Puede que eso te permita una justificación fácil de los actos destructivos y de la falta de verdadero compromiso (ya que no vales para nada, te permites todo). Quizá no tienes ganas de subsanar los errores o el mal cometido. ¿Tal vez es vulgar orgullo lo que no te permite reconocer que simplemente no sabías hacerte cargo, que en realidad no eras tan grande como te creías? Existen muchas causas, pero ninguna te aporta verdadero beneficio.
IDENTIFICA ESOS “BENEFICIOS” Y RECONÓCELOS ANTE TI MISMO. LUEGO SUELTA LO QUE TE ESCLAVIZA Y PERDÓNATE. Sal de tu propio bucle mental y emocional. Termina una etapa para poder comenzar algo nuevo.
ESE ACTO TE PERMITIRÁ SUBSANAR LOS ERRORES Y MADURAR COMO PERSONA. PODRÁS LLEGAR A SER LA PERSONA QUE SIEMPRE HAS QUERIDO SER. NO ESPERES MÁS, NO TARDES MÁS. HAZLO HOY MISMO.
Busca un sitio tranquilo. Como indico siempre, un sitio sin teléfono, sin Facebook, sin música a todo volumen ni el televisor encendido.
Reflexiona sobre qué necesitas perdonarte a ti mismo, dilo en voz alta. Di que te perdonas, que ese mensaje llegue hasta tu ser profundo. Confírmalo con algún acto exterior. Luego piensa el plan de acción. ¿Qué vas a hacer? ¿Qué debes subsanar? ¿Cómo evitar los errores? ¿Qué harás de manera diferente?
Por supuesto, soy consciente de que existen situaciones, hechos, recuerdos… que traumatizan mucho, se convierten en una carga insoportable y nuestro acusador interior no nos deja tan fácilmente. Por eso, invito a las sesiones profesionales de Coaching profundo, que dispone de herramientas adecuadas para salir de esa esclavitud. Con ayuda profesional y en una atmósfera de plena aceptación, darás un paso gigantesco hacia tu verdadera grandeza y hacia los fines que te propongas.
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