30 Abr Tu quinto elemento
La jardinería es una de mis actividades favoritas, a la que dedico tiempo y energía en mayor o menor medida desde mi infancia. En algunas ocasiones era solamente una maceta, en otras diez y en algún otro momento incluso un jardín grande, diseño incluido. En realidad, no recuerdo ningún momento en mi vida en el que haya pasado indiferente al lado de algún parque, árbol, arbusto o incluso de una margarita. A lo largo de esos años tuve éxitos, mayores y menores, alegrías, fracasos y muchos auténticos asombros.
En una ocasión se me ocurrió plantar varias plantitas de la planta del dinero. Las plantas eran pequeñas, cepas sin raíces, y en cada maceta entraron varias. Pasó algo de tiempo y, poco a poco, comenzaron a dar señales de vida. Crecían todas, ninguna murió, todas estaban verdes y sanas. Todas eran iguales: plantadas en macetas iguales y en la misma tierra, regadas de igual manera, estaban en el mismo sitio y el mismo sol las alumbraba. Sin embargo… Después de poco tiempo comenzaron a verse grandes diferencias entre ellas. Una maceta se salió por completo de la norma. Las plantas plantadas en ella comenzaron a crecer más rápido, las hojas cogieron un tono más profundo, eran más grandes y bonitas. Al cabo de algún tiempo, las diferencias entre las respectivas macetas eran enormes. Cada una tomó su camino pero hasta hoy me sorprende y me hace pensar el increíble progreso de una de ellas. Sencillamente, creció más bella, diferente de las demás. Cuidada y mimada de la misma forma, ¿qué la hizo prosperar tanto? El misterio se aclaró un poco cuando llegó el momento de trasplantarlas. Las plantas de esa maceta tenían las raíces mucho mejor desarrolladas, llegaban más profundo, alimentaban mejor lo que crecía en la superficie; el efecto asombraba a todos. ¿Pero, qué fue lo que hizo que esta maceta en particular “eligiera ese camino”? Ya no lo sabremos nunca.
¿Qué hace que alguien comience a crecer repentinamente, que florezca, que dé frutos que nunca hubiéramos sospechado antes? Seguro que la respuesta es un misterio diferente de cada persona, pero hoy, Querid@ Lector@, quiero presentarte una gráfica que ilustra de manera simplificada cómo existimos y cómo funcionamos como personas.
Todos sabemos que existimos y funcionamos en muchas dimensiones, funciones y roles que desempeñamos a lo largo de nuestras vidas. No somos un ser sencillo, de eso nada. De los muchos planos y dimensiones de nuestra existencia, quiero presentarte los más importantes. Somos seres físicos, corporales; conocemos nuestro cuerpo, conocemos el desarrollo físico humano perfectamente desde el principio de su existencia. Al mismo tiempo somos entes psíquicos, emocionales, y sobre esa dimensión también sabemos bastante. Simultáneamente, se desarrolla nuestra inteligencia ya que somos seres racionales. Finalmente, también somos seres sociales, porque el hombre para poder desarrollarse necesita la presencia, el apoyo y la comunicación continua con otros seres humanos.
Víctor E. Frankl, ya mencionado en mi último post, durante sus observaciones hechas en el campo de concentración, descubrió algo muy importante. Ninguna, absolutamente ninguna de esas dimensiones, tan esenciales y tan evidentes para nosotros, resultaba un soporte suficiente en los momentos de mayor sufrimiento, de prueba o desesperación. ¿Qué lo fue entonces? ¿Qué hacía que algunos, a pesar de todo, siguieran siendo personas, que tuvieran la fuerza necesaria para comportarse como tales, para perseverar y persistir? Frankl percibió otro elemento más, un elemento decisivo que integraba y penetraba todas las demás dimensiones de la existencia humana, dando una fuerza extraordinaria en cada situación, incluso en los tiempos más difíciles. ES LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL. Frankl observó que únicamente la dimensión espiritual daba un soporte suficiente, permitía hacer frente a cada situación e, incluso en condiciones infrahumanas, permitía seguir siendo ser humano.
Es una observación de suma importancia, porque la dimensión espiritual se escapa de las percepciones y campos de estudio de los sabios de nuestro tiempo. No es un valor mensurable, no está sujeto a la inspección directa o a la investigación científica, tampoco podemos afirmar que se encuentre en tal o cual sitio. Sobre la dimensión espiritual hablamos hoy muy, pero muy de mala gana, vergonzosamente, metiendo el tema en algún rincón. Quizá todavía algún cura se atreve a hablar sobre el alma durante el sermón pero, ¿aparte de él…? Sin embargo, es la dimensión espiritual la que da el sentido, la plenitud y la profundidad al ser humano y hace de nosotros seres verdaderamente humanos. Lo olvidamos fácilmente y no cuidamos de nuestra espiritualidad. Tal vez ni siquiera creemos que existe tal dimensión espiritual. Y no hablo aquí de una religión concreta o del culto religioso. Ya que se puede profesar una religión y, al mismo tiempo, no cultivar la propia espiritualidad. Hoy quiero hablarte de otra cosa.
Querid@ Lector@, ¿Cuánto conoces este lado tuyo?
Con toda seguridad, sabes mucho sobre tu cuerpo, sobre su salud, tu aspecto físico, tus necesidades. De igual modo, también podrás hablarme sobre tus emociones, sobre lo que estás pasando y lo que sientes. Tanto tú como yo hemos pasado por las etapas de aprendizaje escolar y del desarrollo de nuestra dimensión intelectual. También desde la más tierna edad hemos aprendido a vivir y a convivir en un grupo, familia, escuela, trabajo.
Y el desarrollo de tu dimensión espiritual, ¿Cuándo y cómo se realizaba? ¿Qué haces ahora para desarrollar ese “quinto elemento” de tu persona?
Es probable que para muchas personas las respuestas a estas preguntas surjan de manera espontánea y fluida. Pero puede que no sea así para todos. A los que no sepan por dónde comenzar les voy a sugerir que el primer paso para conocer su dimensión espiritual es reconocer que existe, que te constituye. Aunque ni la ves ni la sientes, existe y quiere salir al primer plano. Reconócela y acéptala. Ponte ante Alguien que es superior a ti, que existe independientemente de tu existencia. Para las personas creyentes ese Interlocutor será Dios, Creador, Padre, como quieran llamarlo. Para los que no tienen fe religiosa, basta dirigirse de manera consciente al Universo, la Naturaleza y, sobre todo, tener el deseo de abrirse al mundo espiritual. Tal vez haya que repetirlo una y otra vez, darse tiempo. Pero entra en una relación cercana con tu dimensión espiritual, desarróllala, escucha la voz de tu intuición que te dirá lo que tienes que hacer.
Volveré aquí a mis plantitas y a sus diferencias. Cuando las observaba, a menudo reflexionaba sobre la dimensión espiritual. Las de la maceta de mi asombro parecían sacar la savia de otra tierra, alimentarse de algo que se escapaba a mi simple mirada. Lo mismo puede ocurrir con cada uno de nosotros.
PORQUE CUANDO EL SER HUMANO SE ABRE AL MUNDO DEL ESPÍRITU, CUANDO LO DESARROLLA, LE OCURRE LO QUE LE PASÓ A MIS PLANTAS. EMPIEZA A CRECER, A FLORECER Y DAR FRUTOS. SE LE MULTIPLICAN LAS GANAS Y LAS FUERZAS Y SU VIDA RECOBRA EL SENTIDO. Y ES ESTA DIMENSIÓN LA QUE LO SOSTENDRÁ Y LE PERMITIRÁ RESISTIR EN LA PRUEBA. MAS AUN, LE PERMITIRÁ CRECER Y MADURAR.
Así que crezcamos y maduremos, porque la prueba ha llegado.
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