La calle desaparecida

Ayuda personal con un coach Elanie

La calle desaparecida

Hace algún  tiempo fui a Toledo. Necesitaba una sencilla escapada de fin de semana para desconectar y reponer las  ‘pilas’ y, de hecho, lo conseguí pero…  ahora el recuerdo de aquel viaje me vuelve a la mente acompañado de un gran aprendizaje.

Nadie en España necesita que le presenten Toledo, una ciudad de enorme belleza y gran valor histórico, multicultural y un largo etcétera. Desde que la vi por primera vez me sentí cautivada por esta ciudad misteriosa y, cuando se me presentó una nueva oportunidad de visitarla, la aproveché sin pensarlo mucho.

Iba en plan relajación y descanso, sin ningún horario ni compromiso, curioseando por las calles y mirando los escaparates de las tiendas de artesanía cuando en una de las callejuelas vi la puerta de una pequeña capilla. Me acordé de esa capilla que había conocido en mi primera visita y quise entrar pero, de pronto, algo me distrajo y decidí seguir vagando por las calles con una fuerte intención de volver.  Después de un buen rato volví al mismo sitio, de nuevo tuve ganas de entrar y de nuevo me quedé fuera atrapada por lo que pasaba en la calle.  Mientras tanto, oscureció temprano ya que era invierno.

Pasó otra hora más y volví, esta vez (la tercera) decidida a entrar, cuando me di cuenta de que dentro se celebraba misa y no quise interrumpir. “Pues nada, pensé, espero hasta que termine y entro luego. Mientras tanto bajo esas escaleras y subo por la otra calle…”  Lo hice, bajé unos escalones y luego otros; recorrí una y otra calle retorcidas;  luego subí otra vez, quise volver y… ¡la capillita y toda la calle donde se encontraba habían desaparecido! Empecé a buscarla, subiendo y bajando por esas calles laberínticas, intenté preguntar, alguien me indicó… todo en vano – no había manera de volver a ese lugar, la calle literalmente había desaparecido. Pregunté a varias personas, incluso a unos italianos que buscaban su alojamiento, les ayudé  a encontrarlo… mas mi calle no estaba por ningún lado. No quise rendirme y seguí buscando, pero todo fue infructuoso. No me lo podía creer, ¡si hacía tan solo un momento había pasado junto a esa puerta varias veces! Además, la gente que conocía el sitio me aseguraba que estaba allí, a la vuelta de la esquina.

Como era de noche y me encontraba en una ciudad desconocida, finalmente me perdí. Salí del casco antiguo y me di cuenta de que mi alojamiento se encontraba en el lado opuesto. Para llegar tenía que bajar muchísimo rodeando todo el casco antiguo y cruzar el río, los puentes y las carreteras, calles vacías y oscuras. El camino de vuelta me pareció eterno;  tardé  más de dos horas y, cuando por fin llegué al hotel, mi único deseo era descansar. Pero más que el  cansancio, en mi mente rondaba un solo pensamiento: No me lo creo. Esto no ha podido ocurrir. La puerta ha estado delante de mi vista toda la tarde. Sin ningún problema ni esfuerzo habría podido entrar. No lo hice. Y cuando por fin decidí hacerlo, ya no era posible. Con todo el esfuerzo que había empleado, ya no era posible volver a ese lugar. HE PERDIDO LA OPORTUNIDAD. NI MÁS, NI MENOS.  
La mañana siguiente seguí el mismo programa, volví a las calles y a los monumentos, a sacar mil fotos y a recrearme con todo lo que me rodeaba. La hora de vuelta a Madrid se acercaba deprisa y ya sólo me faltaba un objetivo para completar esa visita: encontrar la capilla. Entonces hice el último esfuerzo para conseguirlo y pregunté a la primera persona con la que me crucé en una de las calles. Me dijo que estábamos a dos pasos y que precisamente iba hacia allí. Cinco minutos después, mi calle y mi capilla desaparecidas se encontraban en su sitio.

CREO QUE ESA VEZ FUI A TOLEDO  PARA VIVIR ESTA EXPERIENCIA, PARA SENTIR EN MI PROPIA  CARNE CÓMO SE PUEDEN PERDER LAS OPORTUNIDADES QUE SE PRESENTAN EN LA VIDA, EN LA MÍA EN CONCRETO, Y EN LA TUYA.

¿Qué encontrar una capilla o una calle concreta no tenía mucha importancia?  Pues no. Hay muchas capillas, iglesias y calles bonitas en Toledo. Lo que importa es darse cuenta de las puertas ignoradas o descuidadas en nuestro caminar diario. ¿No te acuerdas acaso de alguna oportunidad en tu vida, de alguna puerta que estaba abierta y parecía invitarte y sin embargo fuiste por otro camino, para luego comprender que era el camino equivocado? ¿Y cuánto te costó volver al lugar de partida? ¿O tal vez ya no se podía volver? Hay puertas que no se volverán a abrir, oportunidades que no se repetirán por mucho que uno lo desee.

Situaciones, personas, oportunidades, relaciones – puertas que quizá querías abrir pero, por algún motivo, nunca lo has hecho. Cuántos esfuerzos para volver a aquella puerta, a aquel tiempo o aquella persona. En vano. La segunda oportunidad no siempre es posible.

Pero ¿cómo reconocer el momento preciso?, ¿cómo mantener la atención? y sobre todo ¿cómo saber que ésta es mi oportunidad?

El coaching transpersonal ayuda a abrir los ojos para ver lo verdaderamente importante en nuestra vida.

Te lo contaré en el siguiente post.

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