28 May Hazlo por ti
Aceptas, sueltas el pasado y tomas la decisión de que, a pesar de lo ocurrido, tienes el derecho de ser feliz y quieres ser feliz.
La semana pasada vi en algún canal de televisión una entrevista con un hombre que contaba la dolorosa historia de su vida: el daño evidente que le habían hecho las personas más cercanas y las decenas de años que dedicó luego para buscar la verdad y demostrar sus razones. Para que esa gente que le había hecho sufrir reconociera su maldad. La entrevista fue difícil y muy triste; la historia de una vida totalmente determinada por el pasado. Pero el momento más triste, por no decir desesperante, fue el final. Cuando el entrevistador le preguntó si después de todo eso sería capaz de perdonar, la respuesta fue rotundamente negativa: “No, nunca perdonaré. Tal vez, si me piden perdón, está claro que no perdonaría, pero por lo menos podría verlo de otra forma…, pero como ellos no admiten su culpa…” (hizo una pausa). Entonces el periodista le preguntó si a esas personas les afectaba de algún modo lo ocurrido. La respuesta fue totalmente desconcertante: “De ningún modo, viven en otro país y tienen su vida “
Dicho en otras palabras, ese hombre había vivido casi cincuenta años para demostrar sus razones, vivía por el sufrimiento que le habían causado (no se trataba de maltrato físico ni psíquico). Demostrarlo y ponerlo en evidencia ante todo el mundo llegó a ser casi la única razón de su existencia. Y cuando después de tantos años lo logró (en el proceso jurídico), en realidad apenas cambió nada, porque el eje de su existencia sigue siendo el odio y el rencor hacia las personas que le habían hecho daño.
Me acordé así mismo de otra historia también difundida por los medios. Sobre un hombre que fue abandonado en el aeropuerto de Londres siendo un bebé de diez días. Después de muchos años de búsqueda, por fin encontró a su padre (la madre ya había muerto). Como él mismo declaró, no guarda ningún rencor a sus padres. Quería conocer sus raíces biológicas para contárselo a sus propios hijos. Lo que había pasado no destruyó su vida, no llegó a ser un motivo para guardar rencor y acumular acusaciones, ni un pretexto para no perdonar. El recuerdo del daño causado por sus padres no llegó a ser el eje de su existencia.
Dos historias algo parecidas, pero totalmente diferentes en el fondo. Diferentes por su desenlace y por las actitudes interiores de sus protagonistas.
¿En qué persona, en qué actitudes te reconoces a ti mismo?
La primera historia muestra de una manera muy gráfica que, en realidad, el perdón es algo que necesita en primer lugar el que perdona. Al perdonar eres capaz de liberarte y seguir tu camino. No perdonar, concentrarse en el daño y entrar en un bucle mental y emocional hace que, de hecho, no vivas tu propia vida, no logres lo que puedes lograr y no te des oportunidades para ser una persona libre y feliz. Constantemente llevas contigo una mochila o quizá arrastras un fardo imposible para cargarlo con los daños y hechos del pasado. ¿A dónde crees que puedes llegar con eso?
Libérate; el mal te ha dañado una vez, puede que muchas veces. Pero tú, al evocarlo sin parar, lo aumentas sin medida. No es necesario que sea así. Y si evocas el daño o el sufrimiento cientos o miles de veces, permíteme preguntarte: ¿Para qué lo haces? ¿Qué ganas con hacerlo? ¿Qué hace que no quieras pasar a otra página del libro de tu vida?
¿Buscas justicia? ¿No quieres que eso haya pasado? ¿Quieres que las personas que te han hecho mal lo reconozcan? ¿Intentas salirte con la tuya? ¿Te acusas a ti mismo? ¿Buscas culpables? ¿Quieres que todos vean que tú eres el justo? ¿Con los hechos del pasado justificas tu propia vida y tus comportamientos de ahora?
Estas preguntas no son fáciles y buscar respuestas honestas exige mucho esfuerzo. Sin embargo, créeme: vale la pena hacerlo. Porque se trata de tu propia vida y de tu propia historia. Créeme: lo haces por ti y sólo por ti. Tal vez la persona que te hizo mal ni se entera, tal vez no le importa. ¿Cuánto tiempo y energía quieres dedicar para seguir rememorando? En realidad, no perdonar te hace daño únicamente a ti. El perdón te liberará de esa persona, de esos hechos, y te permitirá abrir un nuevo apartado en tu vida.
Para que pueda darse un cambio, acepta que lo que ha pasado realmente sucedió y que ya no se puede remediar. Suéltalo, no lo detengas en tu mente, permite que esa persona, esos hechos, salgan de tu vida. Tú, en cambio, ve el presente y comienza a crearlo de nuevo.
No te invito a que justifiques, niegues, sufras, aguantes o apruebes el mal. En absoluto.
Te invito a que aceptes el hecho de que ya no se puede cambiar lo ocurrido, pero se puede actuar para dar forma a tu futuro.
ACEPTAS, SUELTAS EL PASADO Y TOMAS LA DECISIÓN DE QUE, A PESAR DE LO OCURRIDO, TIENES EL DERECHO DE SER FELIZ Y QUIERES SER FELIZ. ESTA DECISIÓN SE REFIERE A TU FUTURO Y DEPENDE DE TI POR COMPLETO.
De ti depende la elección de tu diálogo interior, que llevas contigo continuamente. Deja hablar a tu SER interior, a tu YO verdadero. Escucha tu propia sabiduría, no la acalles.
De esa manera expresas el amor a ti mismo sobre todo y tú eres el primer beneficiado. El perdón te permite recuperar la paz y la libertad interior. Te liberará del pasado y, ante todo, te aportará la fuerza interior para llevar una vida feliz desde ahora. Es una tarea de cada día y no es nada fácil. Sin embargo, te permitiría liberar una gran energía encerrada en ese bucle del pasado y buscar la justicia en ti mismo.
EL PERDÓN TE PERMITIRÁ RECUPERAR TU PROPIA VIDA.
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