11 Mar Haz que tus ojos brillen
Querida Amiga y Estimado Amigo, tengo que confesarte que, al sentarme anoche para escribir este post, el corazón se me llenó de tristeza, de impotencia y de sentimientos de inutilidad, fragilidad e insuficiencia. No me suelo dejar arrastrar por olas de tristeza ni de impotencia, pero anoche necesité mirar muy de cerca mi propio corazón y mi propia mente y darme respuestas a mí misma antes de comunicarme contigo.
Como puedes imaginar, mis preguntas surgieron a raíz de la terrible realidad en la que nos hemos encontrado todos: la trágica y absurda realidad de la guerra. No necesito contarte detalles, puede ser que los conozcas mejor que yo. Ante esto, me asaltaron las preguntas: ¿acaso tiene sentido realizar mis propias metas y objetivos?, ¿qué importancia tiene que yo logre o no lo que me proponía, si la locura de unos puede acabar con tanta facilidad, no solo con los planes de otros sino hasta con la vida de ciudades enteras? Me imagino, que estos días también a ti Amig@ te nacen muchas preguntas, mucha incertidumbre y hasta mucho miedo. Y puede surgirte también la pregunta de siempre ¿Qué sentido tiene todo esto?
No me propongo buscar el sentido de tu vida, por lo menos no en este texto; eso necesitas hacerlo tú mismo. Sin embargo, yo, después de permitirme escuchar mis propias dudas y preguntas, después de un largo rato de silencio, meditación y oración, he salido serena y con la fuerte convicción (que en realidad nunca me abandona) de que hacer el bien, ofrecer el amor, la comprensión y ayudar de una manera u otra al que lo necesita, siempre tiene sentido. También tiene sentido fijar tus propias metas y propósitos, completar tu propia vida y reconocer el valor de tu propia existencia.
Si has leído mi post anterior, ya sabes que en este iba a proponerte algún “truco” más para lograr tus propósitos. Y aquí llegamos a la necesidad de buscar un objetivo que te valga la pena, que haga brillar tus ojos, que te apasione, que te dé ganas de compartirlo con tus amigos, con tu cónyuge o con tus hijos. ¿Cuál es el sueño de tu vida? ¿Cuál es el propósito de tu vida? Puede ser que justo este momento de la historia humana te despierte de tal forma que te hagas esta pregunta: ¿CUÁL ES EL PROPÓSITO DE MI VIDA? ¿QUÉ DEBO, QUÉ TENGO, QUÉ QUIERO HACER CON MI VIDA? EN FIN ¿PARA QUÉ ESTOY AQUÍ?
Querida Lectora y Amable Lector, en todo momento pregúntate: “¿para qué lo hago?”, “¿para qué lo quiero?”. Y cuando tengas la respuesta, sigue preguntando: “y eso ¿para qué?”, y repite este proceso unas cinco veces buscando respuestas cada vez más profundas y más sólidas, unas respuestas que te darán un verdadero fundamento para ganar tus batallas y, sobre todo, para llegar a tus verdaderas intenciones. También puede ocurrir que, en un momento dado, te des cuenta de que tu objetivo en realidad no es lo que de verdad te interesa. Muy bien, lo puedes dejar y encontrar otra cosa que te entusiasme.
La pregunta fundamental “¿para qué lo quiero?, ¿qué conseguiré cuando lo haga?, ¿quién seré cuando lo consiga?”, te hace ver tus propias motivaciones y, si eres honesto contigo mismo, verás también las motivaciones ocultas, subyacentes. Puede ser que cuando las descubras, cambies tus metas o, al contrario, te sientas mucho más motivado para ir a por todas. Cuando me tocó aprender español, lo hice a fuerza de un boli, un cuaderno, un libro y un diccionario. Reconozco que aprender el idioma fue para mí bastante aburrido, pero lo que me entusiasmaba en aquellos meses no eran las horas consumidas en repetir “yo soy, tú eres, él es”, sino lo que vendría detrás. Y detrás venía la posibilidad de comunicarse, de conocer, de compartir. Y tenía muchas ganas de decir lo que pensaba, lo que sabía y lo que me daba la gana, y también de comprender lo que me dice el otro, quién es y qué quiere. En definitiva, abrir mi mente o incluso completarla adquiriendo algo como una nueva personalidad. Fue fabuloso y lo sigue siendo hasta ahora. Por tanto, un truco poderoso para perseverar y lograr lo que pretendes es buscar una verdadera motivación. Y permitirte sentir muchas ganas para lograrlo. Luego, sentir lo que sentirías cuando ya lo hayas logrado.
Cuando ya lo tengas claro, fíjate en las palabras que empleas para describir tus metas. La palabra tiene mucho más poder de lo que crees. Porque precisamente la palabra es la que tiene el poder de despertar tu emoción, y la emoción es lo que te hará moverte del sofá. Hablando o pensando en tus metas, busca las palabras que te emocionan, las que te mueven. ¿Qué emoción sientes cuando te oyes diciendo: “tengo que hacer más ejercicio”?, ¿cuánto ánimo y cuánta energía nace en ti?, ¿verdad que ya estás bostezando? Busca un verbo que te mueva, un verbo que te haga brillar los ojos, que dibuje una sonrisa en tu cara, un verbo positivo, que no sea genérico ni aburrido. Exprésalo en primera persona y en el tiempo presente. Lo hago yo, actúo yo, vuelo yo, corro yo, me apasiona a mí; formula tu propósito en una expresión que tenga fantasía, ambición e impulso pero, al mismo tiempo, que sea realista. Usa tu ingenio y crea tu propio mantra o refrán, algo que te pueda acompañar a lo largo del día y no te permita olvidar tu propósito. Repítelo a menudo. Ese refrán o mantra podrás colocarlo en la pantalla de tu ordenador, en la puerta de la nevera o donde te apetezca. Son trucos sencillos, pero que tienen más poder de lo que crees.
Al mismo tiempo, mantén la libertad y la agilidad interior y no te obsesiones pensando en tus objetivos, no intentes controlarlo a cada paso o compararte con otras personas. Encuentra tu propio camino y disfruta de él.
Y en todo caso, recuerda siempre que los pequeños gestos de bondad, gratitud, amor, perdón, servicio y una sonrisa tienen un valor incalculable en cada momento, independientemente de la grandeza de tus metas.
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