14 Dic En la sala de la espera
Durante las últimas semanas tuve que visitar un centro de fisioterapia formado por un equipo de jóvenes estupendos, gente preparada, entregada, maja y con un verdadero interés por ayudar a los que acudimos allí buscando soluciones para nuestros males. Siempre hay momento para intercambiar por lo menos unos buenos días o un ¿cómo estás? Y, en ocasiones, compartimos algún pensamiento o reflexión. Lo que me llama atención constantemente es el ritmo de vida que llevan semana tras semana. Un ritmo que, ni es propio de este grupo de jóvenes, ni solo les afecta a ellos, más bien es producto del estilo de vida moderno que marca la vida y de alguna manera nos afecta a todos.
¿Adivinas ya, querido Lector y Amigo, qué es lo que quiero compartir contigo hoy? Mis simpáticos jóvenes del centro de fisioterapia viven desde el lunes al viernes, desde un puente al otro, desde unas vacaciones a otras vacaciones, desde una fiesta a otra. Supuestamente podrías pensar: Pero ¿qué tiene de malo ese tipo de vida? ¡Total, todos vivimos así! Exacto, de alguna manera todos estamos sometidos a ese ritmo.
Apuesto a que viajas con frecuencia y has pasado muchas horas en diferentes salas de espera: la gente pasea, espera sentada, mira por las ventanas, mira sus dispositivos, sus teléfonos o lo que sea, duerme, come… . A veces la espera es larga y discurren horas interminables hasta que llega el momento de embarcar. Sin duda has pasado por otros sitios donde también hay que armarse de paciencia esperando: ambulatorios, hospitales, consultas, oficinas, una u otra tienda. Se pasan horas esperando el turno. Luego, quedas con alguien y mientras el otro aparece, tú sigues en tu sala de espera hasta que llegue el momento. Vas al trabajo y, en cuántas ocasiones miras el reloj a cada rato porque parece que sus agujas no se mueven, mientras esperas que llegue la hora para poder salir.
¿Te das cuenta? Tu vida pasa en la sala de espera y en gran medida es tiempo perdido. En la sala de espera pasa la niñez esperando la juventud, pasa el colegio esperando la universidad o el momento de encontrar un trabajo. También pasan años esperando una pareja. Pasa la semana esperando el fin de semana pero, mientras estás disfrutando de él, ya esperas volver al trabajo. Pasa el curso esperando el verano y, mientras lo vives, ya esperas y ya planificas cómo volver al ritmo cotidiano. Esperas el viaje planificado y, apenas llega, ya esperas el regreso. Millones de personas esperan que los hijos crezcan, que se independicen, luego esperan la jubilación, esperan… . LA VIDA SOMETIDA A LA SALA DE ESPERA.
Te invito a que vuelvas ahora a tus salas de espera. ¿Cuáles son? Desde que recuerdas: ¿Qué es lo que más esperabas? ¿Cómo te sentías esperando, que hacías mientas esperabas? ¿Cuáles de tus expectativas se han cumplido?
¿Cómo esperas tu fin de semana? ¿Cómo esperas tus vacaciones? ¿Qué es lo que más esperas en tu vida?
Te he planteado muchas preguntas y puedes pensar, pero ¿qué tiene de malo la espera, la expectativa? Permíteme un par de preguntas más: ¿CUÁNDO VIVES? y ¿CUÁNTO VIVES? ¿Vives mientras esperas, disfrutas de lo que la vida te tiene preparado en todo momento o gastas la energía en anhelar lo que tiene que venir? Cada momento de tu vida tiene su propio peso, su propio valor, cada momento de la vida no se repite nunca.
Imagina tu vida como un ferrocarril industrial. Seguro que has visto, aunque solo sea en la televisión, cómo en una mina o una cantera pasaba lentamente un ferrocarril mientras la cinta transportadora llenaba los vagones de materiales. Los vagones iban uno tras otro y a cada uno le llegaba la cantidad prevista de carga. Todos salían cargados, ninguno vacío o a medias. Esta puede ser una imagen perfecta – si lo permites, tu vida se llenará como los vagones en una mina. Ninguno estará demasiado cargado, ninguno vacío, todos los momentos de tu propia vida llegarán llenos, cargados de sentido y de un peso adecuado a su destino. Para eso necesitas prestar atención a todo el tren, a cada vagón, no solamente a los que se llaman “el fin de semana”, “las vacaciones” o “el viaje”. Tampoco puedes detenerlo. El vagón más interesante o bonito para ti, va a alejarse igualmente. De nada sirve protestar o intentar detenerlo. Va a venir otro; no dejes que protestando y mirando al que se aleja, no te des cuenta de qué riquezas te trae el que viene acercándose a ti.
LA VIDA SE REALIZA, SE CELEBRA, SE DISFRUTA EN CADA MOMENTO.
No la puedes detener, no la puedes petrificar. Si la petrificas, ya la estropeas, porque lo petrificado no tiene vida en sí. Modera el ritmo acelerado de tu vida. Eso depende por completo de ti. Date cuenta de qué vagones de tu vida pasan vacíos o a media carga. Date cuenta de los que están sobrecargados. Si en tu vida hay muchos vagones vacíos mientras que otros están sobrecargados, pierdes el equilibrio y pierdes la vida. Ya que las mejores vivencias, personas u oportunidades pueden llegar en cualquier momento, en cualquier vagón.
VIVE AHORA, VIVE CADA MOMENTO DE TU VIDA, SAL DE TU SALA DE ESPERA Y SABORÉALA, SIÉNTELA Y GOZA CON ELLA. Aprende a sentir tus momentos pequeños, normalitos, a gozar y a estar agradecido por ellos. Total: ¿A QUÉ ESPERAS? LA VIDA LA TIENES AQUÍ. NO LA PIERDAS, QUE NO SE REPETIRÁ.
Vern Lawlis
Posted at 03:38h, 15 diciembrei love this very good article
Ela Niedźwiecka
Posted at 11:13h, 15 diciembreTe invito a la lectura de otros post, también son muy buenos, saludos