04 Oct Dale un masajito a tu nervio vago
En realidad, tu nervio vago no es vago en absoluto. Al contrario, tiene un recorrido muy largo y de su funcionamiento depende tu bienestar y, en cierto sentido, tu felicidad.
Pero vamos a empezar desde el principio.
Nuestro sistema nervioso opera mediante dos sistemas opuestos. El primero está preparado para protegernos del peligro y es el responsable de que experimentemos estrés. Si nos encontramos ante una amenaza real para la vida, nuestra sangre se acumula en las partes del cuerpo que se encargan de realizar una acción eficaz: luchar o huir. Hace miles de años, el sistema nervioso simpático salvaba a nuestros antepasados casi todos los días. Sin embargo, hoy día vivimos en los tiempos más seguros de la Historia (por lo menos en nuestra parte del mundo). No es frecuente que nos persiga una fiera. El miedo real ha sido reemplazado por otro tipo de temor. Temor al despido, temor al jefe, al fracaso, a no estar a la altura o a la moda, a las arrugas, al qué dirán, a no poder pagar las facturas… ¡qué sé yo! Y, nos guste o no, más a menudo de lo necesario estamos en un estado de activación que prepara a todo nuestro cuerpo para que huya. Solo que hoy no tenemos nada de lo que huir.
La opuesta al sistema nervioso simpático es la reacción parasimpática. Relaja y calma el cuerpo. Esto permite que nuestro sistema nervioso vuelva al equilibrio. Nuestro cuerpo solo se regenera cuando actúa el sistema parasimpático. Solo entonces podemos sentir relajación, sosiego, satisfacción y seguridad.
Además, nuestro sistema nervioso parasimpático está dotado del nervio vago, que es el nervio craneal más largo, y su extensión es realmente impresionante. Su raíz significa deambular, y realmente describe la forma en que deambula por el cuerpo, tal como un vagabundo. El nervio vago comienza en el cráneo, baja por el cuello, el esófago y llega hasta el corazón, los pulmones, el estómago, las glándulas suprarrenales y los intestinos. Resulta que el nervio vago ayuda a cambiar el modo corporal para el descanso, la relajación, la recuperación, la regulación de la frecuencia cardíaca y la respiración, básicamente todas las cosas importantes que necesitamos para vivir bien.
Su grado de tensión se refleja en nuestro bienestar. Cuanto más tenso, mejor nos sentimos. Por tanto vale la pena ayudarle, colaborar conscientemente con él, tensarlo. Una de las técnicas más efectivas para trabajar con el nervio vago es la respiración consciente. Toda la vida, conscientemente o no, respiramos. Sin embargo, en los últimos años la importancia de la respiración consciente cobra relevancia. Ejercicios o cursos enteros para aprender a respirar, el mindfulness o la meditación benefician nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso. Pero se puede estimular el nervio vago de mil maneras. La risa estimula el diafragma, los pulmones y el estómago, lo que, por supuesto, tensa el nervio vago con mayor eficacia. Incluso cantar o canturrear pueden tener efectos positivos gracias a la estimulación del esófago conectado al nervio vago.
Querida Lectora y Simpático Lector, espero que me sigas hasta aquí y tal vez ya te estás preguntando para qué hacer tanto y preocuparte tanto por un solo nervio (como si no tuvieras muchos y en el todo el cuerpo).
Espero que ya te hayas dado cuenta de que no es un nervio cualquiera. ¡Es un nervio vago! Si quieres estar sano y contento, cuídalo.
El momento que nos toca vivir se caracteriza por una falta de equilibrio impresionante. Falta de equilibrio bajo todos los aspectos. Entre otras áreas, también falta de equilibrio entre actividad y descanso. Casi está de moda y es de buen gusto estar cansado, no tener tiempo para nada, tener mil actividades o cumplir miles de horas en el trabajo e, incluso durante las vacaciones, estar conectado al teléfono y a Internet por si te necesitan… Ya es obligatorio aprender dos idiomas a la vez, ir al gimnasio, montar caballo o subirse al parapente, hacer mil cursos, leer todas las lecturas obligatorias, ver la última película en boga…
Casi da vergüenza reconocer que necesitas un descanso, un tiempo de tranquilidad, de ocio, de simplemente no hacer nada, de no preocuparte por nada, no pensar, dejar de planificar, organizar, permitirte soltar… Y permitirte la actividad más querida por el gato: DORMIR y RELAJARTE. Muchos de nosotros no nos permitimos eso porque en seguida nos sentimos culpables. Nuestra cultura de hacer, hacer, hacer, correr, correr, correr… finalmente acaba con el agotamiento físico y psíquico, con el cansancio crónico, con ansiedad y con toda clase de depresiones y estados depresivos más o menos graves. Volviendo al gato – los gatos que viven encerrados se olvidan de sus cualidades y realmente no sirven para nada –, pero si has tenido la suerte de ver un gato de verdad, un animal libre y sano, ya habrás visto cómo cambia a la hora de cazar, de atrapar una presa. En ese momento todo cambia: se hace rápido, concentrado y eficaz, totalmente pendiente de alcanzar su meta. Pues eso.
Esto no son tan solo mis conclusiones o mi punto de vista privado. Lo demuestran los datos estadísticos y las investigaciones, así como los consultorios “asediados” de psicólogos y psiquiatras. Aunque vivimos con un bienestar económico y una seguridad nunca vistas antes, sufrimos más depresiones y más inseguridades interiores que nunca. Piénsalo.
POR TANTO, PERMÍTETE DESCANSAR Y RELÁJATE. TIENES DERECHO A HACERLO. CRÉELO. Ya sé que hay gente que lo hace toda la vida y no hacer nada es su modo de vivir. Pero ellos no leen estos temas.
TÚ, AMABLE LECTORA Y ESTIMADO LECTOR, DATE PERMISO PARA DESCANSAR, PARA TENER TIEMPO DE TENSAR TU NERVIO VAGO Y SENTIR EL BIENESTAR. EL PERMISO PARA DESCANSAR SOLO TE LO PUEDES DAR TÚ MISMO. ES, COMO TODAS LAS DEMÁS, UNA DECISIÓN, Y TIENE QUE SER CONSCIENTE. (De otra manera, aunque te vayas de vacaciones, seguirás estando tenso y estresado).
Y si corres, montas a caballo, aprendes idiomas, meditas o haces un curso intensivo sobre la respiración correcta, hazlo sintiendo placer y no como un deber. Es para ti, no para cumplir otra obligación, de forma estresada, un deber más (y, como te susurra tu ego, hacerlo mejor que otros).
Te lo deseo.
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