16 Abr Buscando sentido
Los días pasan volando y parece imposible que el confinamiento nos tenga encerrados ya un mes entero. Y no vemos el final de ese túnel que estamos atravesando. Hay quien lo está pasando bastante bien y hasta ha encontrado ciertas ventajas a esta situación. Hay gente que se queja y protesta, pero sigue adelante esperando poder salir a la calle y haciendo proyectos para “después”. Pero hoy he hablado con una persona que está indignada contra todo y contra todos, y no ve ya ningún sentido ni ningún después. Molesta por las incomodidades e imposibilidades de toda clase, por la decaída abrumadora de un mundo que parecía muy bonito, arreglado y seguro, ya no ve ningún sentido en luchar ni en seguir.
Si una persona entra en un bucle mental de este tipo, es difícil cambiarle el “chip”. La mente sigue su discurso y agranda las dificultades y, en realidad, ningún argumento razonable es capaz de cambiar la narración interior. ¿Qué sentido tiene para mi interlocutora lo que le está pasando? ¿Qué sentido tiene para mí y para ti, Querid@ Amig@, lo que atravesamos en esos momentos?
Me acordé de un hombre excepcional y un psiquiatra sublime, Víctor E. Frankl y su libro El hombre en busca de sentido. Describe en él su experiencia tras vivir varios años en los campos de concentración nazis. En aquel momento, convertido en uno de los millones de prisioneros destinados a una situación infrahumana, denigrante, donde todos los derechos y leyes fueron pisoteados, donde de los seres humanos salían monstruos y la única ley era la de sobrevivir a cualquier precio; en aquellas circunstancias, no dejó de ser un científico descomunal. Sufriendo como los demás compañeros de desgracia, al mismo tiempo seguía observando el comportamiento, tanto el suyo como el de los demás. Observaba cómo se comportaban los presos frente a esa agonía lenta que les fue impuesta y qué les ayudaba en los momentos de más sufrimiento y desesperación. Frankl habla de diferentes grupos de personas y de sus recursos. En los campos de concentración había gente rica, pobre, sanos, fuertes, débiles, enfermos, deportistas, gente culta y artistas, personas que gozaban antes de una rica vida social, de tener familia o amigos, gente solitaria, maridos, padres, hijos… Según observaba, ninguno de esos recursos era suficiente en los momentos de tanto sufrimiento, penuria y muerte. Gente joven, sana, fuerte, personas con muchos recursos económicos, profesionales, incluso los que gozaban de tener familias o amigos, nadie era más fuerte o estaba más protegido que otros. El único sostén que era capaz de mantener la humanidad en esos sitios infrahumanos era el sostén moral y espiritual.
Sin querer hacer la más mínima comparación de ningún tipo, hoy estamos atravesando un momento inesperado, duro, incomprensible y de mucha inseguridad de cara a futuro.
Caen ante nuestros ojos muchas fachadas y muchas seguridades falsas. Siempre ha sido así, pero en los últimos años lo hemos olvidado. ¿Tal vez corriendo detrás de alguna ilusión has perdido el rumbo? ¿Tal vez has dado mayor importancia a lo que en realidad no valía la pena?
QUERID@ LECTOR@, ¿CUÁL ES TU ESCALA DE VALORES? ¿QUÉ ES LO QUE NO SE PUEDE NEGOCIAR BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA? ¿QUÉ ES LO PRIMERO EN TU VIDA?
Te invito, a que, como siempre, desconectes de lo que está pasando fuera. Entra en ti mismo y baja hasta tu corazón. Escribe una lista de valores según vengan a tu mente. No te limites a lo que sepas que es “bonito” o “bueno”. En tu lista no descartes valores económicos, dinero, posición social, buen trabajo, prestigio, poder…; lo que venga a tu mente, si es que es eso. Si haces la lista muy larga, mejor. Luego tacha de la lista los diez que no tengan mucha importancia para ti. Vuelve a leerla. Hablo de los valores que realmente rigen tu vida. No de los que te gustaría tener. Ahora, de la lista elige los diez que tienen más peso en tu vida. Otra vez vuelve a meditarlos. ¿Cuánto lugar ocupan en tus decisiones, en tu día a día? Busca decisiones concretas que justifiquen tu evaluación. Acuérdate de los diferentes momentos de tu vida cuando tus valores te ayudaban a elegir, a decidir, a seguir. Rememóralos con gratitud.
Ahora te invito a que, de esos diez, elijas solamente los tres valores que tienen más impacto en tu vida. ¿Cuáles son? Otra vez repito la misma advertencia: no hablamos de lo que te gustaría tener, sino de lo que hay. Se puede aspirar a tener entre los “top 3” algún valor que tal vez no esta muy presente en tu vida, pero siempre partiendo de la realidad, de lo que hay. No de la fantasía.
Cuando ya los tengas, vuelve a mirar esa jerarquía. ¿Cuál de ellos será en número 1?, ¿El número 2? ¿El número 3? ¿Qué te aportan? ¿Cómo los cultivas? ¿Qué estás dispuesto a sacrificar para ser fiel a esa escala? Si entre tus “top 3” no hay ya un valor que te gustaría tener, ¿qué vas a hacer para fortalecerlo?
Los auténticos valores que dirigen nuestra vida, tanto la mía como la tuya, influyen mucho en las decisiones, juicios, objetivos y acciones que tomamos a diario. Los valores tienen mucha fuerza y son como velas que llevan el barco. CUANDO ACTUAMOS DE ACUERDO CON ELLOS, SE FORTALECEN Y NOS PROPORCIONAN MÁS FUERZA AUN.
Pero ojo: HAY QUE VIVIRLOS Y TENERLOS PRESENTES.
Si los vives, si los agradeces, te llevarán, te sostendrán en los momentos difíciles, en el momento de tomar decisiones y de elegir, te darán seguridad y serenidad en tu proceder y te protegerán de actuar bajo cualquier impulso o instinto.
TE AYUDARÁN A DESPLEGAR TU VERDADERA BELLEZA Y DARÁN SENTIDO A TODOS LOS MOMENTOS DE TU VIDA.
Entonces: ¿Cuáles son tus auténticos valores? Cuéntamelo.
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